El monte de la localidad.
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Macastre ve frenado el desarrollo de su incipiente sector turÃstico rural
80%Superficie quemada
1.341 » Habitantes
37,7 km2 » Superficie
100 » Evacuados
Todos tienen una historia en Macastre, pero la de Carlos, como sacada de una pesadilla novelada, asusta: «Se oÃa gritar a los perros por la noche. Daba miedo». La imagen apocalÃptica se acabó de conformar cuando un jabalÃ, quemado por el fuego, llegó hasta la rotonda de la entrada del pueblo. Macastre, el segundo municipio más afectado por el fuego iniciado en Cortes de Pallás, ha dejado de ser Macastre. Los libros dicen que este pequeño término municipal (37,7 km2) se encuentra en la Hoya de Buñol, descansando entre los rÃos Magro y Buñol. Su castillo es su emblema, rodeado del pueblo y del verde de su accidentada orografÃa que lo cubrÃa todo.
Pero eso era antes de que el fuego haya devastado «la mayor parte del termino municipal», haya suspendido su presente y llenado de incertidumbre el futuro. MarÃa José Casero, joven alcaldesa de 28 años —y a una semana de salir de cuentas—, da el parte entre llamada y llamada del Consell. Salvo tres casas, apenas se cuentan daños materiales a particulares —«Ha habido muchos milagros», apunta—, ya que los bomberos se afanaron en proteger las viviendas. Aún asÃ, la urbanización de Llanorel y multitud de casetas diseminadas tuvieron que ser evacuadas. Lo que sà se cuenta en miles de euros son los daños en vallas y jardines, asà como en agricultura y turismo, que empezaba a despuntar en la localidad. «Nuestro mayor atractivo es el entorno natural y ahora es gris. Ahora ya no tenemos nada que mostrar», explica la alcaldesa.
Aunque los daños todavÃa no se han cuantificado, sólo en pozos se estima que harán falta 57.000 euros para repararlos. La alcaldesa lamenta la desaparición de los parajes de la zona. La Cuerna, las Palmeras, las Moratillas… todo se ha calcinado. Ante la pregunta de si con más medios se podrÃa haber evitado la catástrofe, responde que precisamente en el paraje de las Moratillas se llevaron a cabo trabajos para limpiar y consolidar el cortafuego hace apenas cinco meses. «De nada ha servido», comenta, apesadumbrada.
Los extranjeros se van a la playa
La pérdida de estas perlas paisajÃsticas se ha llevado por delante las esperanzas de potenciar el turismo. Marian Navarro, gerente de la única casa rural que existe en Macastre, se encuentra entre desesperada, desolada y expectante. Y es que motivos para el lamento tiene de sobra: el 40% de los ingresos de la casa rural La Mangana provienen del restaurante. La mayorÃa de los clientes que acudÃan a degustar la tradicional cocina macastreña eran extranjeros (ingleses, holandeses y belgas) que pasaban los veranos en sus chalés. Este año, al enterarse del incendio, han acudido a sus propiedades a corroborar que no se les ha quemado y, acto seguido, se han alquilado un apartamento en la playa. «Prefieren pagarse otras vacaciones a pasar el verano en sus piscinas con vistas al monte carbonizado», lamenta la propietaria.
Para los bares del pueblo el siniestro también ha sido la puntilla. Muchas rutas ciclistas pasan por la localidad y la cercanÃa de zonas de caza atraÃa a los batidores y excursionistas a sus parroquias. MarÃa del Carmen López, que regenta el bar Avenida, no recuerda ningún incendio tan devastador como este. Su hijo Carlos cuenta que el enfado está extendido por todo el pueblo. «Los jóvenes también hablan del tema, por supuesto. A un amigo mÃo se le ha quemado la furgoneta y a mi padre todas las tierras, su trabajo», lamenta.
Los medios para extinguir el incendio han encendido a la población. «Estuvo toda la noche quemando y aquà no vino nadie. Los hidroaviones vinieron el domingo, cuando llegaron los polÃticos, como si fuera una exhibición. Al 112 llamamos todo el pueblo», cuenta Maruja, vecina de Macastre. Su amiga, Vicenta, explica desconsolada: «Ya no volveré a ver esto verde. No siento las casas, siento los pinos. Tardarán más de 40 años en crecer», explica.
Sin embargo, hay quien encuentra consuelo. En la carretera de Macastre a Cortes, las hermanas MarÃa e Isabel Albújer limpian su casa, que podrÃa haber sido pasto de las llamas y no lo fue. «Esperaba que todo estuviera peor, todo destruido. Por lo menos no nos ha pasado nada», cuenta MarÃa. Su casa, intacta, es otro de los muchos milagros (de los bomberos) de este siniestro. A ella y a su hermana les ha quedado la higuera, repleta de brevas.
Testimonios
Carlos Grau, camarero
«El incendio ha unido mucho a la gente de todos los municipios afectados. El primer dÃa fue horrible, escuchábamos a los perros ladrar y vimos un jabalà quemado en la entrada del pueblo».
MarÃa Albújer, jubilada
«El fuego llegó a una persiana de una habitación, podrÃa haber ardido todo. Es una desolación, no volveré a ver todo esto verde, pero nos conformamos. Todos estamos bien».