Andilla: La zona cero de la Serranía

La joya verde de la Serranía, la población de Andilla y sus tres aldeas, ha sufrido el mayor zarpazo del incendio de los Serranos que ha arrasado


Las carreteras, antes entre pinos, dejan un paisaje desolador. Fernando Bustamante
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Andilla vive del turismo, impulsaba un coto de caza y pretendía reintroducir el ganado caprino

50%

de superficie quemada en el municipio

300 » Habitantes

45 » parados

142,8 km2 » superficie

7 » días sin teléfono

LAURA BALLESTER, ANDILLA

Si el fin del mundo llega alguna vez, será muy parecido a la imagen que ofrecía el miércoles Osset, una de las tres aldeas de Andilla, el pulmón verde de la Serranía, afectado por uno de los dos devastadores incendios que aún humean en la provincia de Valencia. Osset aparece, tras una curva, sobre una loma entre los barrancos de la Hoya del Ontanar a 870 metros de altitud. La aldea está intacta y vacía, excepto unos corrales y coches calcinados junto al cementerio. Pero la rodea la gran mancha negra que forman los esqueletos de lo que hace una semana era una «selva» de pinos, sabinas, tejedas, carrascas y quejigos. Pero ahora todo es silencio. No se escucha piar a los pájaros y apenas se oye alguna chicharra. Sólo el motor de los helicópteros que refrescan una zona lejana rompe la monotonía de un paisaje en el que apenas han sobrevivido hormigas, moscas y alguna lagartija que cruza la carretera desierta.

El primer ser vivo humano no aparece hasta Andilla, donde acaba de llegar el primer vecino de los desalojados, Juan Antonio, propietario del Bar de los Jubilados, que va a regar la huerta, azada en mano, tras permanecer cinco días en Villar del Arzobispo donde, asegura, han recibido «muy buena atención». Pronto se unirán dos vecinos más, que prefieren no identificarse ni ser fotografiados. Rodeados por el desastre del incendio sus quejas se dirigen hacia la administración «por la dejadez y los fallos en el mantenimiento del bosque». Una bomba de relojería que esperaba una mínima chispa para explotar, sin que «ninguna fuerza humana pudiera pararlo». Los tres explican los proyectos que iniciaba Andilla para revitalizarse y que ahora quedan en el aire. El coto de caza menor (jabalíes, perdices y conejos) con 350 socios, a quienes las primeras llamas sorprendieron «dando las primeras bolas para la espera de jabalíes». Los apicultores que se han quedado sin colmenas y sin aromáticas donde libar las abejas. Y los ganaderos que iban a reintroducir dos mil cabezas de ganado cabrío y ovino para proteger el monte y bajar la carga de combustible del sotobosque, y que ahora se han quedado sin pasto. El problema es donde ubicar a las reses (desplazadas a Higueruelas) cuando se ha quemado más de la mitad de las 14.200 hectáreas del término, explica Roberto, un brigadista del pueblo. Es el caso de Arsenio, de Alcublas, que pastorea con 250 cabras en una de las zonas que se han salvado del fuego en Andilla. «La primera noche del incendio nos hicieron sentir como delincuentes», asegura, mientras narra el rocambolesco rescate de sus cabritillos, a los que encerró en el frontón de Andilla, mientras la guardia civil le urgía a dejar el pueblo y abandonar a los animales a su suerte. No ha dejado de atender a sus animales estos días, a costa de «jugar al gato y al ratón con la guardia civil. Ayer me volvieron a echar, pero como me conozco los caminos…», sonríe picarón. Tras el incendio, dice, «no espero nada de la administración. Me conformaría con que dejaran entrar a los animales dentro de seis meses, cuando se recupere el bosque» y que no se aplique la prohibición de cinco años para la entrada de ganado.

«Nos hemos sentido como los maquis», explica Miguel, amigo de Arsenio y que le auxilió en el rescate de los cabritillos. Miguel asegura «no entender cómo se ha desalojado a toda la gente. En cada pueblo deben quedar dos o tres personas que saben dónde están las balsas, los caminos, pero la guardia civil no dejaba entrar, salir o quedarse a nadie». Aunque Miguel sí lo ha hecho y ha visto «cómo ardía Osset sin que ningún medio aéreo o terrestre lo impidiera» e incluso auxilió a una unidad militar de Zaragoza perdida. Ahora sólo esperan, como dice Pilar, propietaria del bar de los jubilados, «que lleguen los medios necesarios para reconstruirse. Y que no se olviden de Andilla en los próximos meses».

Testimonios de andillanos

Juan Antonio, dueño del bar del jubilado
«Mi queja es para la administración por la dejadez y el fallo en el mantenimiento del bosque. Antes se trabajaba en el monte, ahora todo es figuración»

Alberto Riera, vecino
«Me da más tristeza ver el monte abandonado que como está ahora. Todo se invierte en playas y abandonan las zonas rurales»

Pilar Gallardo, dueña del bar del jubilado
«Ha habido medios pero descoordinados. Ahora hay solidaridad, pero no deben olvidarse de nosotros en los próximos meses»

Arsenio, pastor

«No espero nada de la administración. Me conformaría con que dejasen entrar al ganado en el bosque, y que no apliquen la prohibición de entrada durante cinco años»